jueves, 3 de noviembre de 2011

El mariconeo como circunstancia excepcional

Leo, hoy, que el cantante portorriqueño Ricky Martin va a ser beneficiado con la nacionalidad española por Real Decreto (carta de naturaleza) debido a su condición de homosexual y con el único objeto de que pueda casarse con otro homosexual, ya que la legislación de su país de origen lo prohíbe. Parece ser, también, que Esther Cañadas, la "modelo" española, ha prestado su residencia a fin de que figure como domicilio del cantante.

Nuestra legislación, como acostumbra, no es precisamente clara al respecto, ya que esta forma de adquisición de la nacionalidad -dice el Código Civil- será otorgada o denegada discrecionalmente por el Gobierno mediante Real Decreto, tras valorar la concurrencia de circunstancias excepcionales.

Esto cada día da más asco. No se trata de un insigne escritor -ejemplo de Vargas Llosa- a quien su país niega la nacionalidad con el fin de perseguirle políticamente, ni de un hombre ejemplar acosado por las autoridades religiosas de ¿países? donde se confunde religión con ley, ni siquiera un homosexual perseguido por su condición de tal en su tierra... No. Estamos hablando de un individuo que se ha permitido, y por partida doble, la compra de dos chavales a los que impunemente llama hijos, que usa de sus amistades en el mundo de la farándula y del politiqueo ovejuno patrio, representado en especial por las izquierdas más vergonzantes que se conocen, para obtener un privilegio basado únicamente en la circunstancia excepcional de... ser un maricón como la copa de un pino. Menuda mierda de país y de gente. Ya resultaba muy barato ser español, pero ahora se puede decir sin temor a equivocarse que resulta ofensivo.

Lucrecio

Siempre me ha gustado leer a los clásicos, ya que proporcionan sensatez en tiempos en los que brilla por su ausencia. Además, aportan ideas sólidas y bien pensadas. Por ello, me gustaría compartir esta reflexión del poeta y filósofo romano Tito Lucrecio Caro (99 a. C. - 55 a. C.): “(…) Si de repente la Madre Naturaleza cobrara voz, se extrañaría del jaleo que organizamos en torno a la muerte. Si hemos llevado una buena vida, nos preguntaría, ¿por qué no abandonar la vida alegremente, como el invitado que ha disfrutado de un buen rato en una fiesta? Y si nuestra vida ha sido una desdicha, ¿por qué prolongarla? No recordamos cómo eran las cosas antes de que naciéramos y ése es el espejo de la naturaleza de cómo serán las cosas después de morir nosotros. (…)”