jueves, 23 de junio de 2011

La utilidad del voto

No hace mucho el subnormal de turno, en una conversación de bar, pretendía afearme mi lógica y limpia costumbre de no votar jamás, basándome en el hecho contrastado de que la mayor parte de quienes votan -en cualquier elección- son parte de una masa informe que no merece siquiera el aliento que emanan. Y yo, temeroso de que me puedan confundir con uno de ellos, prefiero dedicar las jornadas electorales (sobre todo porque no se curra) a actividades mucho más benéficas para mi salud mental que elegir entre una sarta de vendedores del "elixir mágico que todo lo cura".

Sin embargo, medió en la conversación que manteníamos un buen hombre y yo el típico tarado cuya máxima aspiración intelectual es comprender el porqué las gotas de pintura se desparraman de tal manera que forman el llamado "gotelé", además de chuparse religiosamente las homilías del curilla postmoderno que se hace llamar Gabilondo y dice ser periodista.

Esta masa informe de células, padre de cinco hijos (se le supone), votante socialista acérrimo (manque me muera de hambre votaré al PSOE, dijo), extremeño de ceja poblada y pelo hirsuto se permitió, sin siquiera acercarse a mirar desde 100.000 kms. la Ley Electoral General (dudo siquiera que pueda leer y entender), emitir el siguiente dictamen: ¡¡la abstención es mala, lo que hay que hacer cuando no se quiere a un partido es votar en blanco, porque de lo contrario estás en contra de la democracia!!. Evidentemente no he transcrito las emanaciones de ese bicho en su literalidad fonética ni gramatical.

Ni que decir tiene que no me molesté en sacarlo de ese error afeándole su ignorancia manifiesta. No se gana nada discutiendo con zotes semejantes y, si se hace, te arruinan la tarde. Lo mejor es soportar -apoyándose en un buen whisky de malta- sus gilipolleces con un silencio honroso y un muestreo de costillas bien rellenas.

Pero pocos días después, pasando unos días con mi familia, residente en un lugar donde tienen poca agua y la que tienen la roban a los que tienen menos, mi tía, mi propia tía, me preguntó, directamente, a quién había votado en las últimas elecciones locales y autonómicas. ¡¡Joder!! Casi me atraganto cuando al contestarle que "a nadie, por supuesto", me suelta tan ricamente: "Pues entonces no podrás quejarte de lo que hagan los que han ganado". Sólo el hecho de estar en su casa (considero menos que monos asquerosos a los que se permiten discutir con su anfitrión de forma airada) me impidió contestar lo que me placía. A saber: "A ver si lo entiendo... el próximo 16 de septiembre llevaré cotizados 31 años, que son los que llevo currando (comencé a los 16). ¿Me estás diciendo que tú, que no has currado en tu puta vida (los años que estuviste de monja no cuentan porque eso aprovecha al país menos que el pedo de un gitano, máxime porque la mayor parte de ese tiempo estuviste limpiando culos de negrillos en Malí), que te saliste de la orden y te casaste con un maromo del Opus que tampoco es que sea un lumbrera y que vive de la herencia de su familia, porque un buen día que había elecciones se te ocurrió perder media hora de tu asqueroso tiempo dedicado a dar clases de español a inmigrantes ilegales, para ir a votar a un chuloputas que pasa de tí como de la mierda, tienes más derecho que yo a quejarte de la situación del país?".

Pero no. Al fin y al cabo es mi tía. Así que después de recordarle la legislación al uso para poder entender esto (que no es tan difícil, coño): la Constitución y la Ley Electoral General, le expuse a grandes rasgos las cuatro opciones ante unas elecciones, y de paso sirva como contestación también al tarado mencionado más arriba o a aquellos que piensen como él:

1) EL VOTO. Nada que decir.

2) LA ABSTENCIÓN. Usease: el no votar. Dedicar el día a cosas más útiles, por el motivo que fuere.

3) EL VOTO NULO. Aquí entran los fallidos por ser un subnormal profundo incapaz de entender las simples instrucciones y aquellos que emiten los cachondos para joder (por ejemplo adjuntando una fotocopia de su culo).

4) EL VOTO EN BLANCO. Verdadera opción maligna donde las haya. Más que el voto, ya que aquél siempre sirve a algún propósito, aunque sea malo, pero el voto en blanco equivale a potenciarlo, como ahora veremos.

Efectivamente, el sistema electoral español es muy poco representativo. Muy proporcional, sí, pero muy poco representativo, ya que exige al menos el tres por ciento de los votos para obtener representación de cualquier tipo. Los votos que se computan son los válidos y el voto en blanco, quedando fuera la abstención y el voto nulo. Así pues, aquellos que mantienen -como siempre se dice en televisión- que la abstención favorece a los grandes partidos pueden ser, o unos embusteros o unos gilipollas. Yo me inclino por esto último. ¿Por qué? No creo que haga falta ni explicarlo, si se ha leído lo anterior, pero ahí va:

Si para obtener representatividad es necesario ese tres por ciento, cualquier aumento del cómputo TOTAL de votos (sobre el que se calcula ese porcentaje) es perjudicial para los partidos minoritarios, haciéndoles más difícil la entrada en las instituciones. Por contra, el aumento del voto nulo y de la abstención rebajan la cantidad total sobre la que se calculará el tres por ciento, haciéndoles más sencillo acceder a los puestos en disputa.

Si es que es tan simple como eso, tonto del culo (dirigido a mi contertulio pintor, el tarado del bar).

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Aibá! ¿Tú tampoco votas? ¡Igual que yo! Ya sabes: ¡no te quejesss!.

Oye, que este Blog lo ties un poco abandonao. Debe ser por el calor que hace en la Meseta…

Dulcinea (antes Marilyn. Es que soy… un poco variable…)