domingo, 15 de febrero de 2009

El invitado

Dice Luis Herrero (expulsado de Venezuela) que no se arrepiente de sus palabras. Que no estaba allí de observador, sino invitado por la oposición al gorila colorao. Bien. Pues entonces, y sin que sirva de precedente, completamente de acuerdo con la actuación del gorilón. Pero es que... aunque hubiera estado de observador, sus palabras, muy críticas con el Presidente venezolano, habrían roto la necesaria imparcialidad de un observador internacional, por lo que también hubiera procedido su expulsión inmediata.

Dice también que se sintió secuestrado y violentado, que no se le permitió recoger sus pertenencias en el hotel. Son cosas que pasan cuando alguien no cumple las leyes que rigen en un país extranjero (menos en España, claro). De la misma forma que Herrero no se pensó dos veces lo que decía, las autoridades venezolanas no se pensaron dos veces su expulsión, a todas luces justísima.

Sólo faltaba que, teniendo un invitado, este, nada más llegar a tu casa, se ponga a insultarte. En este caso no procede "invitarle" a abandonar tu casa. Hay que expulsarlo inmediatamente, por lo civil o por lo criminal.

No procede, aquí, entrar a valorar si la afirmaciones de Herrero tienen o no veracidad. Eso da igual. Lo importante es que un extraño no debe, impunemente, permitirse insultar a las autoridades del país donde está en esos momentos. La solución es evidente: la que utilizaron las autoridades venezolanas.

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